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#Termodinámica, #entropía y #arquitectura. Citando a Jeremy Rifkin.


Me gustaría rescatar algunas ideas de Jeremy Rifkin de su libro “La civilización empática” para leerlas en claves arquitectónicas.

Según palabras de Albert Einstein, “una teoría es más importante cuanto mayor es la simplicidad de sus premisas, cuanto más diferentes son las cosas que relaciona y cuanto mayor es el alcance de su aplicabilidad. De ahí el profundo impacto que la termodinámica clásica ha tenido en mí. Estoy convencido que es la única teoría física de contenido universal que nunca será refutada dentro del marco de aplicación de sus conceptos básicos”.

Tanto la primera como segunda ley de la termodinámica establecen que “la energía total del universo es constante y la entropía total aumenta continuamente”. Si queremos llegar a comprender el trasfondo de ciertos procesos urbanos y arquitectónicos en conceptos de energía, es necesario saber que la segunda ley es la que establece la máxima de que la energía, siempre fluye en una dirección; de lo caliente a lo frio, de lo concentrado a lo disperso, de lo ordenado a lo desordenado. Es llamativo ver que estos mismos estados físicos han sido varios de los que han cualificado la historia de la ciudad. Cuando transformamos la energía, se pierde parte de lo disponible para producir un trabajo útil y esta cantidad perdida es la que llamamos entropía, un término acuñado en 1.868 por el físico alemán Rudolf Clausius.

¿Podemos reciclar la energía y de este modo, invertir la entropía? Sí, pero a costa de usar más energía en el proceso de reciclaje y por tanto aumentamos la entropía total. Según la Física tenemos tres sistemas entrópicos; abiertos, parcialmente cerrados y cerrados. Los primeros son sistemas que intercambian materia y energía. Los segundos intercambian energía pero no materia en cantidades apreciables. Los terceros no intercambian ni una ni otra. Nuestro planeta es un sistema parcialmente cerrado pues sabemos que la afluencia de energía por sí sola no produce materia. Es ahí donde radica gran parte del éxito o fracaso de las civilizaciones pasadas si estudiamos su generación y gestión de sus recursos. En palabras de Frederick Soddy, premio Nobel de Química: “en última instancia, las leyes de la termodinámica deciden el ascenso y la caída de sistemas políticos, la libertad o esclavitud de pueblos, los movimientos del comercio y de la industria, el origen de la riqueza y de la pobreza, y el bienestar material de la humanidad en general”.

Si observamos las reseñas de otros investigadores, tendríamos que hablar de Harold Blum y Bertrand Russel. Blum en su libro Time´s Arrow and Evolution, señala que “la vida es simplemente un caso especial de la aplicación de las leyes de la energía”. Si atendemos a las conclusiones de sus textos matemáticos y filosóficos podríamos afirmar que “todo ser vivo es una especia imperialista que intenta incorporar el medio a sí mismo y a su descendencia en la mayor medida posible”. En conclusiones cuanto más evolucionada está una especie en la jerarquía de la naturaleza, para que se mantenga viva, en un estado de desequilibrio, hace falta más energía y se genera más entropía.

Existen muchos autores que en los últimos años empiezan a estar de acuerdo en las relaciones energía-evolución; la experiencia humana puede entenderse como un viaje evolutivo hacia un aprovechamiento cada vez mayor de la energía disponible. En palabras de McCurdy, “el grado de civilización de cualquier época, cualquier pueblo o cualquier grupo de personas se mide por la capacidad de usar energía para las necesidades del progreso del hombre”.

Hemos heredado desde la Ilustración una forma de actuar que ha repercutido en la fisonomía de nuestras ciudades y nuestro espacio relacional de una manera tan impactante que casi no somos capaces de ver otro modo de funcionar. Yendo más allá, hemos creado en la actualidad una sociedad mucho más compleja e interdependiente como formas de vida que todas las vividas en civilizaciones pasadas y en gran parte, han sido a base del consumo energético y el crecimiento de la entropía. Es más, ese uso desmesurado de la energía nos ha permitido a la especia humana la compresión del espacio-tiempo y de ahí que en un anterior post, definiéramos la arquitectura como “la forma de encapsular espacio, tiempo, comunicación y energía”.

Todo el funcionamiento jerárquico, tanto social como laboral, son una clara herencia de una revolución industrial que nos queda muy lejos pero que, al igual que llamamos post-moderno a algo que no parece desligarse de lo moderno, sigue atado a nosotros sin posibilidad de desvincularse de nuestras vidas. Y curiosamente vivimos en un momento de cambio donde las fronteras del espacio-tiempo se están reduciendo, influyendo así en todo ese funcionamiento vertical tanto de productividad como de relación social. Es en este aspecto donde debemos incidir que el funcionamiento de la ciudad debe cambiar como espacio de convivencia y creatividad.

En palabras de Edith Cobb: “la necesidad de extender el yo en el tiempo y en el espacio – la necesidad de crear para vivir, para respirar, para ser – antecede y, en el fondo, sobrepasa necesariamente la necesidad de la reproducción como función de supervivencia personal”.

Fuentes: Jeremy Rifkin, La civilización empática. Editorial Paidós. 2010

2 Respuestas a “#Termodinámica, #entropía y #arquitectura. Citando a Jeremy Rifkin.

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